sábado, 5 de julio de 2008

Alimentos transgénicos: cuando lo mismo de siempre no se hace igual


La modificación genética de los organismos que constituyen la dieta cotidiana de la humanidad ya es un hecho, aunque no falta controversia al respecto, pues si bien unos consideran que ofrece múltiples beneficios, organizaciones ecologistas cuestionan su eficacia y le atribuyen varios peligros.
En la década del 90, la aparición en los mercados de varios países de los alimentos modificados genéticamente suscitó temores y reticencias por parte de los consumidores, ciertas organizaciones no gubernamentales y algunos estados (particularmente los integrantes de la Comunidad Europea).
Por alimento transgénico o modificado genéticamente se entiende aquel organismo en el cual, mediante ingeniería genética, se ha introducido un gen de otro organismo o se le ha suprimido o modificado un gen propio. Esta modificación genética permite que el organismo, en este caso vegetal, produzca una nueva proteína o deje de producir una proteína del organismo original.
Los alimentos transgénicos pueden ser clasificados en dos grupos: los organismos transgénicos que llegan a la mesa del consumidor en su forma original (actualmente se encuentran en el mercado tomates, papas, hortalizas, yogures y otros lácteos fermentados) y los organismos transgénicos que son utilizados como materia prima para elaborar otros alimentos (los que se nutren de los productos derivados de la soya modificada genéticamente son un buen ejemplo de esta segunda categoría).

Algunos de los peligros de estos cultivos para el medio ambiente y la agricultura son el incremento del uso de tóxicos en la agricultura, la contaminación genética, la contaminación del suelo, la pérdida de biodiversidad, el desarrollo de resistencias en insectos y "malas hierbas" o los efectos no deseados en otros organismos. Los efectos sobre los ecosistemas son irreversibles e imprevisibles.
Los riesgos sanitarios a largo plazo en nuestra alimentación o en la de los animales cuyos productos consumimos no se están evaluando correctamente y su alcance sigue siendo desconocido. Nuevas alergias, aparición de nuevos tóxicos y efectos inesperados son algunos de los riesgos.

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