miércoles, 7 de noviembre de 2007

"EL MISTERIO DE OCCOBAMBA "




Por GUSTAVO ESPINOZA M.

Aún es un misterio lo que ocurrió recientemente en Occobamba, una perdida aldea del Trapecio Andino en los andes peruanos.

La primera versión de los hechos, fue categórica: “Sendero Luminoso atacó puesto policial en Occobamba, y mató policías”, dijeron al unísono los diarios de la derecha más provocadora: “La Razón”, “Correo” y “Expreso”, aludiendo a lo ocurrido en esa localidad situada en la región Apurimac, la zona más deprimida del país..

La segunda, fue distinta: “narcoterroristas en el ataque a Occobamba”, sostuvieron publicaciones más moderadas que buscaron sin embargo establecer una ligazón directa entre “los subversivos” -como suele llamarse aquí a quienes tienen una opinión distinta a la oficial- y los narcotraficantes y cocaleros, como se les llama a los Cultivadores de la Hoja de Coca que tienen sus cosechas en la zona del VRAE (Valle de los ríos Apurimac y Ene) donde no llega la autoridad formalmente establecida.

Pero luego hubo una tercera, proporcionada por el diario “El Comercio”, que no pudo ocultar los hechos y debió rendirse ante la evidencia. “Ex soldados pagados por los narcos –dijo- fueron los autores del asalto a la comisaría de Occobamba”. Y, al afirmarlo el decano de la prensa nacional aludió, adicionalmente, al tipo de armamento y al uso sofisticado del mismo: fusiles, cohetes Instalaza, bazzokas y armas largas que sólo están en poder el ejército.

Nadie pudo objetar esa aseveración e incluso el diario “Correo” debió admitirla asegurando que, en efecto, “ex soldados” participaron en los hechos contando para ello con informes de “inteligencia” muy puntuales. Llamaron uno por uno a los policías acorralados en el ataque designándolos por sus cargos y rangos institucionales. ¿De dónde tanta precisión? Esta publicación aseguró incluso que “Ex miembros del Ejército peruano” encabezaban nueva columna Narco terrorista. ¿Lo harían por su cuenta y riesgo, o respondiendo a una estrategia institucional diseñada al más alto nivel?

A estas alturas podríamos preguntarnos entonces ¿Y por qué “ex soldados” y no simplemente soldados? La historia es vieja y tiene antecedentes en nuestro propio país. Veamos.

Es conocido que en muchas circunstancias, los Estados “preparan” la denominada “lucha antisubversiva” haciendo uso de métodos “no convencionales”. Se valen, en efecto, de grupos operativos irregulares, a los que dotan de infraestructura, vitualla y armamento, además de otros elementos básicos para el cumplimiento de su misión. Son los “paramilitares” que existen en Colombia, pero que también aparecieron en el escenario peruano en lo que se dio en llamar “los años de la violencia”, entre 1980 y el año 2000.

La institución castrense fue prolífica en la iniciativa. Recurrió al procedimiento simple de organizar destacamentos operativos que actuaron como si fueran columnas senderistas que incursionaban en poblaciones del interior del país para consumar agresiones contra los campesinos. Tales grupos cometieron crímenes que los medios de prensa se encargaron de adjudicar de inmediato a Sendero Luminoso o a núcleos campesinos.

Fue esa la regla en los casos de Soccos, Accomarca o Llocllapampa, pero también en Cayara, Parcco Alto, Puccas, Pomatambo y otros. Quizá el más emblemático de estos fue el de Uchuraccay, que costara la vida a varios periodistas asesinados brutalmente por autores que luego quedaron en el anonimato, protegidos sospechosamente por la “autoridad competente”.

Pero también en La Cantuta, cuando con impudicia y desvergüenza Martha Chávez -vocero del oficialismo de ese entonces- habló de un “auto secuestro” y de un “operativo senderista” encubriendo lo que fue realmente una brutal matanza del Estado.

Con frecuencia ocurre que los destacamentos responsables de estos crímenes no están precisamente integrados por miembros de la institución castrense. Sería eso demasiado obvio, y daría pistas concretas para los cuestionadores de la verdad oficial. Se les suele integrar entonces, con “ex soldados” o “ex policías”, o miembros de ambas instituciones a los que se “da de baja” por su mal comportamiento, pero a los que se les “concede la oportunidad” se seguir al servicio de ellas mediante acciones no convencionales, asegurándoles, para ese efecto, de armamento calificado y, sobre todo, de impunidad. Pueden tener la seguridad, en efecto, que nada les habrá de ocurrir, porque si “se descubriera todo”, siempre podría arguirse cualquier consideración comprensible que los medios de prensa sabrán difundir y proteger.

Por su propio origen, por el tipo de tareas que cumplen, el armamento que usan y las ordenes que acatan, estos grupos realmente responden a una política de Estado, sólo que ella no puede “oficializarse” por comprensibles razones de “seguridad nacional”. Se le llama por eso simplemente “acción de inteligencia”

En este caso resulta que hay abundantes indicios de lo que se busca ocultar aviesamente. El tipo de armamento, la modalidad operativa, el conocimiento del terreno, la indumentaria de los participantes, todo conduce a lo mismo: se trata, en efecto, de personal con preparación militar acostumbrado a este tipo de acciones. ¿Por qué suponer, entonces, que son “ex”, y no actuales, los soldados que operaron contra los policías en Occobamba? Después de todo, los ataques responden a una sola lógica. El misterio, puede develarse.

Se busca, en realidad mediante estas acciones convencer a la opinión pública del “retorno de Sendero” o de una “organización similar”, es decir marxista, leninista, maoísta, revolucionaria, finalmente comunista, pero además, por cierto, ligada a Hugo Chávez, apoyada por Cuba o vinculada a Evo Morales. Y persuadir, además a la ciudadanía que tal organización, en extremo peligrosa, está en auge y amenaza “tomar el poder”, si no se le detiene a tiempo.
Hay que “enfrentarla, entonces”, derrotarla, aniquilarla, exterminar a sus integrantes, antes que sea tarde. César Hildebrandt lo describe muy bien: “En La Cantuta hay estudiantes rebeldes y anti-sistema. Pues ya hay una campaña para decirles senderistas, pro senderistas y filosenderistas. O sea que Kerosene puede proceder y Martín Rivas puede planear. Que capturen a esos estudiantes, que militaricen la universidad, que los maten a todos por si acaso y que esta vez no se olviden de los llaveros”.

Es, claro, la “estrategia antisubversiva” no trepida en consideraciones menores. Pero tampoco está desvinculada del acontecer social. Un ataque a un puesto policial del interior del país en víspera de una Jornada de Lucha de la CGTP -como la que se producirá el 8 de noviembre- cae como anillo al dedo a los partidarios de la “mano dura contra la subversión”.

Le permite, en efecto, hablar de “inestabilidad política”, “planes desestabilizadores”, “estrategias subversivas” y otras lindezas. Y permitirá al régimen hacer uso de los mecanismos autoritarios que le permitan enfrentar al pueblo y reprimirlo.

El misterio de Occobamba, entonces, tiene explicación. No responde a un “rebrote” senderista, sino a una maniobra sico- social impulsada aviesamente por los estrategas del terror, expertos en la materia y alentados por los “Servicios” que manejan la provocación y el crimen. Y si alguien lo duda, está claro el hecho a partir de la experiencia de Erick Flores Wong, el agente de inteligencia infiltrado en “Patria Roja”. Su tarea, no era sólo “detectar” informaciones, sino también promover actos que pudieran luego ser luego atribuidos a la “subversión”.

Alerta, entonces.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Bueno, quiero destacar que los integrantes del grupo COLINA estaban activos en funciones. Es decir, ninguna estaba de baja e incluso fueron ascendidos por estos crímenes. Esto es diferente en el caso del comando Rodrigo Franco. Por tanto a los COLINA, resulta màs sencillo acusarlos por delitos de lesa humanidad, ya que formaban parte del Estado en el tiempo en que cometieron los asesinatos y desapariciones. Todo esto último, muy a pesar del lamentable fallo de Villa Stein.

Unknown dijo...

Es importante destacara que los integrantes del grupo COLINA, cuando cometieron sus delitos estaban en activo ante el Estado. Es decir, ninguno estaba dado de baja e incluso producto de sus efectivas acciones fueron ascendidos. Caso diferente es el del Comando Rodrigo Franco, dónde los implicados estaban en retiro o de baja. Por tanto, en los crímenes de COLINA, por su ligazón con el Estado es posible acusarlos por delitos de lesa humanidad; todo ello muy a pesar del último y lamentable fallo de Villa Stein.