lunes, 12 de noviembre de 2007

Más de 70 pandillas asolan en San Martín de Porras




Las pandillas juveniles se han convertido en un dolor de cabeza para los vecinos de San Martín de Porres, donde existen 70 bandas y al menos se registra un enfrentamiento diario, rebasando la capacidad de las autoridades locales para controlar esas situaciones. (Ver mapa)
Las calles de San Martín son a diario escenario de batallas campales entre pandillas de cientos de jóvenes, que a pedradas y hasta con armas de fuego, generan zozobra en la ciudadanía. Dos víctimas mortales ha dejado en los últimos tiempos esta lucha absurda.
En este distrito hay algo más de 70 pandillas plenamente identificadas, integradas cada una por unos 40 menores de edad aproximadamente, que día a día se enfrentan por problemas "territoriales" (léase defensa de sus barrios") o por otros motivos igualmente insustanciales e irrelevantes.
"Los vecinos no entienden que este problema es de carácter social y que la municipalidad no puede actuar de manera represiva, sino disuasiva, preventiva y educadora", comentó el gerente de Seguridad Ciudadana de ese distrito, César Cabrejos.
Según el funcionario, las denuncias y quejas por causa de las pandillas son el cuento de nunca acabar en San Martín, pero poco es lo que puede hacer el municipio con una o dos unidades de Serenazgo cuando en la calle hay 200 jóvenes lanzándose piedras y cuanto objeto contundente tienen a la mano.
"Cuando la Policía o el Serenazgo llegan al lugar de la pelea, algunas veces las unidades móviles se convierten en el blanco de las piedras y tienen que salir huyendo. El asunto es grave y rebasa nuestras capacidades", admite el funcionario en diálogo con Andina.
Las zonas donde operan mayormente estas bandas son Condevilla, Lampa de Oro, Barboncito, Canta Callao y Puente Camote, etc. Los grupos se identifican con nombres tan singulares como "Los Cachupines", "Los Tutes", "La Cripta", "Chatarra", entre otros.
Para el psicólogo de Cedro, Jorge Arnao, las familias en crisis y la exclusión social han generado estos focos de violencia, que sólo pueden ser combatidos con un trabajo paciente de reintegración hasta que estos menores dejen ese comportamiento de riesgo.
"De hecho no sólo la familia está en crisis en nuestro país sino también los espacios para los jóvenes. A pesar del crecimiento económico, a pesar de la apertura, las oportunidades continúan siendo muy pocas, por eso los menores no encuentran en su entorno social espacios donde insertarse, ya sea artísticamente, laboralmente, etc", expresó.
En opinión del especialista, la respuesta a tanta violencia juvenil debe ser la creación de oportunidades laborales para hacerlos sentirse útiles y valorados por la sociedad.
"Sentir que no existen a menos de que cometan un delito para hacerse notar, refuerza la conducta violenta y el estilo de vida que estos muchachos llevan", subrayó.

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